El puff se inventó en la zona de Turquía y del Magreb en el siglo XVIII. Se trataba de asientos sin respaldo, muy bajos y blandos y se usaban en esta cultura para comer en el suelo y poder estar más cómodos, ya que se adaptaban al cuerpo.
Fue en el siglo XIX cuando el puff se introdujo en los hogares europeos como elemento de confort y decoración. En ese entonces eran pequeños taburetes cubiertos para disimular las patas.
Actualmente, hay una gran tipología de puffs, de todas las formas, tamaños y colores. Se trata de un asiento compuesto de una tela rígida y relleno de material blando, lo que permite que se adapte perfectamente a todos los cuerpos. Tiene una forma que recuerda a una gran almohada, ya que no tiene patas y toda su base reposa en el suelo.